Con la caída de la doble indemnización, el Gobierno cerró el ciclo de anuncios antes de octubre: empresarios, trabajadores, sindicatos; todos sacaron ventaja. Quién paga los aumentos de salarios, jubilaciones y el "aguinaldo AFIP".
Obvio, lo pagamos todos, pero eso no es lo que importa de la nota que publiqué en Fortuna esta semana, sino que, además de pagarlo todos, todos favorecemos a los más pudientes y dejamos de lado a los más desfavorecidos.
A los jubilados les volvió a aumentar la mínima y a los empresarios les regaló la eliminación de la doble indemnización que, de acuerdo a lo que aseguran varios legisladores, fue el principal motivo por el que hicieron lobby durante este año en el Congreso. Mientras que los gremios enrolados en la CGT oficial apenas plantearon reparos tibios, esos sindicatos también se vieron beneficiados con aumentos en subsidios.
Esto sin contar los aumentos en los desembolsos públicos al transporte y el sector energético, que no sólo ponen contentos a los ejecutivos y accionistas de las petroleras, eléctricas (como puede observarse por la creciente entrada de nuevos jugadores en el sector), de ómnibus y trenes, sino también calma las almas de los ciudadanos que mientras observan cómo el kilo de zapallitos asciende a las nubes, el precio del boleto no se modifica y la factura de gas se mantiene, al menos en el área metropolitana, principal, por lejos, cantera de votantes del país.
Hasta aquí los ganadores. Y como en todo reparto, hay perdedores. Entre los asalariados, los que tienen trabajos informales no reciben los beneficios de los que están en blanco, como muestran las estadísticas oficiales que aseguran que más de 40% de la mano de obra se encuentra fuera de la Ley y que cobran remuneraciones sustantivamente menores a los trabajadores formales. Mientras que entre los más desfavorecidos el ingreso mensual promedia los $700, entre los que están en blanco llega a los $2.000.
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